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martes, 21 de mayo de 2013

Esa absurda manía suya de...


-¿Ha encendido la luz!
-¿Qué?
-La muchacha, que tiene la luz, a ver si pasa algo.
-Que no hombre, estará leyendo
-¿Y no puede leer por la mañana que tiene que gastar luz a estas horas?...

...
Todas las noches durante las vacaciones escolares se repetía la misma escena, palabra por palabra, como si leyesen un guión o no recordasen que ya lo habían representado exactamente igual la noche anterior.
Entonces ella apagaba la luz, solo tenía que esperar un momento hasta oír a su abuelo aparcar el mal humor y volver a dormir.
Eso era mejor que intentar hacerle entender. Cómo explicarle que no era lo mismo, que la noche despertaba los sentidos, la sacaba de allí, daba la intimidad necesaria para crear y recrear lo que las palabras narraban y la imaginación añadía. Que solo de noche podía notar el aire en su cara, ver el otoño venciendo las hojas de los árboles, oler la humedad de la lluvia que se acerca y sentir la presencia de Neil Perry mas allá de las letras. Esa absurda manía suya de enamorase de los personajes, de incluirse en la historia y participar activamente haciendo trizas la original solo podía ser “real” de noche.
Solo había que esperar un poco manteniendo, no sin dificultad, el brazo con el libro en alto en aquel colchón de lana que, aparte de destrozar la espalda, engullía. Obligaba a mantener la postura durante toda la noche, o tirar de piolet y crampones para escalar y dejarse caer en otra posición que habría que mantener las horas siguientes.
Esperaba paciente mientras tanteaba la bolsa de agua caliente antes de colocar definitivamente la pierna encima, asegurando así  que no se quemaría la piel si el sueño la vencía.
Solo faltaba que callaran y se durmiesen para que todo fuese perfecto.
Pero tenía que buscar una solución que evitase interrupciones, quizás una linterna de petaca, sí, una de esas de pila cuadrada cuyos polos se chupaban sintiendo una ligera descarga tan desagradable como inevitable. Seguro que había alguna por la casa, mañana la buscaría, así solo tendría que encontrar la postura para mantenerla firme en aquel colchón ingrato.

Dejó caer el libro y apoyo confiada la pierna en la bolsa, mañana la buscaría y no habría interrupciones, por hoy tenía suficiente.

2 comentarios:

  1. Lo que aprende uno... No sabía que se chupaban los polos de las pilas de petaca, ni que hay adolescentes que se incluyen en las historias que leen y se enamoran de los protagonistas. Pero está bien saberlo.
    Hace poco saqué del armario una bolsa de agua caliente, pero al poco de llenarla de agua casi hirviendo, empezó a derramarse por algún poro y tuve que tirarla antes de que el desastre fuera completo.
    Son otros tiempos.

    Preciosa historia.
    Un beso.

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    1. Bueno, igual no todos tuvieron la experiencia de comprobar el nivel de carga, igual solo los que teníamos hermanos cabroncetes que aprovechaban como podían el extra de edad y picardía. Lo de los enamoramientos supongo que son absurdas manías, temo que no sean generalizables :)
      Jajaja, espero que no hubiese quemaduras. Desde luego son otros tiempos...
      Mil gracias por tus comentarios M.
      Un beso

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No suelo ejercer de censora, pero prefiero mirar primero, comprensible, no?